CROMAÑONES, QUE SOMOS UNOS CROMAÑONES


Recreación del circo de Fuente De durante la última glaciación
(panorámica desde el lugar donde hoy arranca el teleférico)

Con la nueva primavera la nieve se refugia en lo alto de los Picos de Europa, pero aún pueden calzarse los esquís en el Cable. Un invierno pródigo en nevadas mantiene esquiables la subida a cabaña Verónica, al collado de la Canalona, a la canal de San Luis. Los circuitos por collado Callejo, por la collada Bonita, por la horcada de Caín… Y así seguirá hasta junio.

Colladina de las Nieves
Pero como siempre sucede al compartir la cabina del teleférico con los turistas, éstos miran con extrañeza nuestras botas, tablas, bastones, piolets, cascos… porque en Fuente De ya crece la hierba y la muralla del circo está seca como en agosto.
Empieza a apetecer dejar toda esa parafernalia y, con zapatillas y mochila ligera, buscarle los puntos débiles a esta imponente muralla saltándonos el trámite del teleférico, tedioso y caro.
Mejor que la señora con tacones con quien compartimos apreturas en la cabina no descubra estos pensamientos:
-“Cromañones, que sois unos cromañones!”.


Quizás algún grupo de cromañones de hace 20 ó 25.000 años, persiguiendo una presa hasta el límite de las nieves perpetuas cuando éstas bajaban en los Picos de Europa por debajo de los mil metros, remontaron la morrena derecha del glaciar donde nacía el río Deva, donde hoy está Pido, y alcanzaron el circo de Fuente De. Ni el río ni el circo tenían nombre y del pueblo para qué hablar.
Entonces, a la cría de mamut o al oso de las cavernas le perderían la pista, paralizados, no por la admiración que hoy nos produce la muralla rocosa que remontamos en El Cable, sino por el pánico de haberse adentrado sin saberlo en el reino del hielo.

Lo que vieron aquellas gentes paleolíticas en plena glaciación Würm, la última, les era desconocido porque su tribu prefería las tierras bajas más templadas, en el arranque de los valles donde la intemperie en verano o la boca de una cueva en invierno eran suficiente refugio. Nosotros, sin embargo, tenemos lo que ellos no, los nombres de los sitios y el lenguaje para describirlos aunque nos resulte difícil imaginarlos:
La gigantesca escalera de hielo azul descolgándose desde la meseta de Lloroza o de Liordes, las cascadas que no alcanzan el suelo pulverizadas de tan altas en la muralla de la Padiorna, los séracs como dados de gigantes en equilibrio sobre Valdecoro, los aludes barriendo las canales de la Jenduda, del Butrón, el viento en las morrenas gélido de repente, el chasquido metálico de las entrañas del glaciar que se arrastra hacia Espinama, el vuelo acrobático de las chovas siempre…
Lo que vio aquel grupo de cromañones en Picos habría hoy que ir muy lejos y muy alto para verlo. Nosotros nos conformamos con imaginarlo.

Canal de la Jenduda
Poco a poco aquellos hielos se fundieron y solo quedaron los restos de su trabajo: los valles en U como el del Duje, las morrenas abandonadas en Pido o en Áliva, los lagos exhaustos de Lloroza, las turberas de Liordes… y los circos glaciares como este de Fuente De.. Pero, al mismo tiempo, el agua fue desmantelando todo lo anterior porque, en esta latitud cantábrica, es muy abundante y la roca caliza muy propicia a diluirse: Entonces se hundieron los jous, se labraron los lapiaces, se trituraron los pedreros, se tallaron las canales, se perforaron las simas.
Y Picos de Europa  y el circo de Fuente De quedaron como hoy los vemos.

El cromañón depredador y nómada se convirtió en productor y sedentario (y en ello seguimos). Y volvió a subir, ahora en busca de pastos de verano para sus ganados hasta los puertos, las vegas, las majadas. Y trazó los caminos de vértigo que aún recorren estas montañas. La caza de sus antepasados quedó ya solo como deporte para ricos y nobles (Chalet Real) a quienes acompañaban hasta los buenos puestos, hasta los tiros. Y también a algunos gabachos, como el conde de Saint-Saud. que se empeñaban en llegar a las cumbres. Luego la minería echó el ojo a la blenda acaramelada de Picos y se horadó la montaña (en la Mánforas de Áliva se extrajo hasta 1989) y algunas sendas se convirtieron en caminos carreteros imposibles por donde se acarreaba el mineral (por los Tornos de Liordes, pasó algún Land Rover). Finalmente, llegó el desarrollismo de los 60 y el mismo Franco inauguró, cómo no, el teleférico.

Y aquí estamos nosotros, herederos de todo ello, apurando las últimas nieves que hace mucho que no son lo que fueron y van a menos, esperando poder recorrer el próximo verano y hasta el otoño los caminos de los cazadores, de los pastores, de los guías, de los mineros que siguen ahí, remontando la fantástica muralla de Fuente De; en mejor o, generalmente, peor estado, podridas sus armaduras, comida su estrechez por la hierba, barridos por los derrumbes.
Porque, para admirar la muralla de Fuente De, el teleférico no basta. Hay que remontarla a pie por donde siempre se hizo aunque hoy parezca imposible. Hay que asomarse al Mirador del Cable, 800 metros de cortado por encima del valle, por méritos propios.
Es posible, la nieve ya se ha retirado.  
  • Por la canal del Embudo o por la senda de los invernales de Igüedri. Cómodamente pero dando un buen rodeo.
  • Por la senda del Hachero hasta Valdecoro o por la conocida canal de la Jenduda. Con pie firme y cabeza fría, plantándole cara al gigante,
  • Por las desconocidas canales de la Celá y del Butrón, para quienes, sin miedos, quieran subírsele a las barbas.
Que cada cual escoja su camino entre los desventíos de la que fue la cascada de hielo glaciar más grande de la Península y hoy uno de los circos más hermosos del mundo… a pesar del teleférico.




·    

No hay comentarios:

Publicar un comentario