CISNE NEGRO EN LA LAGUNA TORRE

Cisne de hielo sucio desgajado del frente del glaciar Adela en la laguna Torre (El Chaltén, Patagonia)


“La vida es el efecto acumulativo de un puñado de shocks, de eventos inesperados, de la importancia de las bajas probabilidades de las cosas que se desarrollan sin que las podamos predecir con facilidad”.
Nassim Nicolas Taleb, Teoría del Cisne Negro

Muchos puntitos multicolores se mueven buscando un buen acomodo. Los que han sido más puntuales ocupan ya sus asientos mientras los últimos en llegar deambulan arriba y abajo. Parece que las puertas aún estén abiertas de par en par por la corriente que hay, aunque la función va a empezar; o eso creen todos.
La orilla de la laguna hace de platea y la ladera de la morrena que la cierra de anfiteatro. Nadie sabe cuál es la mejor ubicación para el espectáculo, si abajo, algo a resguardo pero a ras del agua, o arriba en posición más dominante pero a merced del viento. Algunos, pocos, recorren su cresta camino del mirador Maestri porque les importa un bledo el vendaval.
  • En la Patagonia argentina siempre sopla de poniente, desde el Pacífico, a través del Hielo Continental, cubriendo las montañas de nubes y azotando al personal con su cellisca. Por eso el traje de etiqueta en este monumental teatro es goretex y windstopper. Buena acústica pero mala visibilidad.
La laguna Torre está gris y, como aún no ha entrado el verano austral, llena de témpanos batidos por el oleaje que los empuja hacia la orilla. Se desgajan del frente del glaciar Grande que aún llega hasta el agua. Detrás de su lengua las montañas del cordón Adela, meras figurantes, se intuyen entre los jirones de nubes. Pero de la estrella protagonista, nada.

Todos esperan que comience la función, para eso han venido desde el otro lado del mundo, pero puede que hoy también se suspenda y se queden con las ganas. Matan el tiempo buscando un sitio mejor entre las piedras sin demasiada convicción. De momento hay que conformarse con los teloneros, el glaciar, la laguna y los témpanos.
A ratos el telón parece levantarse y el público se anima. Hacen acto de presencia los actores secundarios, aparece el Mocho con su campo de nieve cimero y parece una gran cumbre. También la aguja Bífida. Después, entre la niebla se intuye por encima suyo un perfil confuso con su hongo de nieve en lo más alto. Se parece al protagonista, pero sólo es el cerro Standhardt .
Cae el telón una vez más, hace frío y algunos se van marchando.
Al rato se levanta de nuevo y vuelven a adivinarse otra vez, velados por las nubes, sobre su gigantesco zócalo de granito. Y más arriba aún, se intuye hasta la torre Egger y la brecha de la Conquista… pero del capirote blanco del Cerro Torre nada.
Vuelve a estar cada vez más encapotado, sigue soplando un viento impenitente y empieza a nevar. Ya van quedando pocos espectadores que, aburridos, imaginan formas en los bloques flotantes de hielo: barcos fantasmas, focas sobre una boya, pagodas sumergidas, cisnes en el estanque… uno es negro; nacido en el terroso glaciar Adela.
La esperada gran estrella tampoco aparecerá hoy, pero lo inesperado ha resultado todavía mejor.


P.D. Volvimos tres veces más en una semana.



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