EL CHALTÉN vs. VILLA O´HIGGINS

El mejor trek de la Patagonia y las disputas fronterizas

Cerro Fitz Roy desde la laguna del Desierto
La historia
Cuando Argentina y Chile alcanzaron la independencia de España hace dos siglos, el conocimiento que se tenía del extremo sur americano era bien escaso. Antes, durante los tiempos de la colonia, sólo se habían reconocido las zonas costeras por su valor estratégico en la navegación entre los dos océanos, el Atlántico y el Pacífico, mientras los territorios del interior seguían siendo, como siempre, el país de unos pocos indígenas que ya Magallanes había bautizado exageradamente como patagones (mapuches en la Patagonia chilena y tehuelches en la Argentina) y que después algunos jesuitas también quisieron bautizar como cristianos.
Tras la independencia, los dos nuevos países trataron de fortalecer sus posiciones en esos territorios donde la frontera, marcada en la cordillera de los Andes “por las más altas cumbres que dividen las aguas”, era una pura entelequia. Y lo hicieron abriendo el territorio de la Patagonia a una colonización que no había habido antes, con criollos del norte y, si éstos eran insuficientes, con colonos alemanes, galeses, italianos, daneses… en una particular “marcha hacia el Oeste”, que en este caso se dirigió al sur… y como siempre a despecho de los indios.
Los estancieros asentados en los boscosos senos del Pacífico sabían sin duda que estaban en Chile, y en Argentina los de las áridas estepas que daban al Atlántico. Pero en las proximidades de la cordillera no; especialmente donde los Hielos Continentales dan una configuración a los Andes en la que el eje cordillerano es confuso y poco tiene que ver con la divisoria de aguas. Pero esto no se supo, y aún no del todo, hasta las exploraciones de Francisco P. Moreno y del padre De Agostini.

Cuando en los años cincuenta del pasado siglo se escaló por primera vez el cerro Fitz Roy, en el borde oriental del Hielo Continental Sur cerca del lago Viedma, allí sólo había algunas estancias cuyos colonos provenían unos de Argentina y otros de Chile sin tener claro ninguno en qué país se encontraban.
Hoy, a donde sólo llegaba una mala pista de ripio llega el asfalto desde la Ruta 40 que recorre toda la Patagonia argentina de sur a norte y donde no había nadie se asienta una población que supera el millar de habitantes y proclama su argentinidad como “capital nacional del trekking”. Es El Chaltén. Su avenida principal lleva el nombre del General San Martín, el libertador, y otras se llaman Andreas Madsen, un antiguo estanciero, o Lionel Terray, el vencedor del Fitz. Hay un puesto de la Gendarmería.

No lejos de allí, en el brazo norte de un lago que los chilenos llaman O´Higgins,  también ha crecido de la nada otra población que lleva ese nombre, el de su libertador, reforzando la chilenidad de la zona. Pero las reclamaciones de soberanía desde ese lado, el chileno, siempre han sido más dificultosas debido a la compleja orografía de su Patagonia, llena de fiordos que llaman senos, de glaciares que llaman ventisqueros y de montañas que llaman cerros. De manera que los primeros colonos chilenos no llegaron desde allí, sino de Puerto Natales, mucho más al sur, remontando por el lado argentino; como los Mancilla, asentados en la orilla sur del lago.
Hoy, a Villa O´Higgins, una aldea de quinientos habitantes, sólo llega una mala pista de ripio desde los años noventa con el rimbombante nombre de Carretera Austral. No pasa de allí. Hay un puesto de Carabineros.

Entre ambas localidades se despliega uno de los paisajes más abrumadoramente hermosos del planeta que en su tramo central sólo puede hacerse a pie porque ninguna carretera lo atraviesa, ni siquiera de ripio. Argentinos y chilenos aún viven de espaldas, pero no lo harán por mucho tiempo
Hoy, probablemente sea el mejor sendero de la Patagonia. Mañana podrá hacerse en coche.

El conflicto
En el Chaltén siempre sopla un viento inmisericorde. Viene desde Chile, de donde dicen no llega nada bueno, y se encajona desde la laguna del Desierto por el valle del río Las Vueltas. Las nubes que arrastra quedan enganchadas en las cumbres lanzando rachas de cellisca sobre el pueblo y después sale seco a campo abierto en las orillas del lago Viedma.
Cuando todavía estas tierras del sur de la Patagonia eran de verdad el fin del mundo, se acordó entre los dos países con razonable ignorancia que su frontera política estaría marcada por la divisoria de aguas de la cordillera de los Andes (Tratado de Límites de 1881). Pero no iba a ser tan sencillo.
Ya desde antes, colonos argentinos y chilenos se habían ido instalando en la zona. Entre otros, los Sepúlveda se asentaron al sur de la laguna del Desierto, los Mancilla en la orilla del lago O´Higgins y los Madsen al pie del Fitz Roy. Olvidados por sus respectivos gobiernos, en realidad ninguno sabía si vivía en Chile o en Argentina.
En 1953 los norteamericanos realizaron un vuelo fotográfico para cartografiar mejor la zona, lo que clarificó la complicada orografía pero complicó las cosas. A diferencia de los antiguos e imprecisos mapas, la laguna del Desierto quedaba definitivamente en el lado argentino.
El gobierno de Buenos Aires llevaba ya un tiempo presionando a los colonos chilenos asentados en el valle del río Las Vueltas para que regularizaran su situación en Río Gallegos, la capital provincial. Algo problemático, aparte la lejanía, cuando algunos títulos de propiedad de las estancias llevaban el sello del gobierno chileno.
La presión por parte de la gendarmería argentina se acentuó sobre ellos a comienzos de los años sesenta.
El 4 de octubre de 1965 se comunicó a Domingo Sepúlveda en su estancia de la laguna Cóndor que, de no demostrar su titularidad, sería desalojado en una semana. Llevaba establecido allí desde 1927.
Puesto en contacto con otro chileno, Candelario Mancilla, éste informó de la amenaza en el puesto fronterizo del lago O´Higgins y un grupo de cuatro carabineros se desplazó hasta las inmediaciones de la laguna.
Por su parte la gendarmería argentina envió casi un centenar de efectivos al mismo lugar. Un inevitable y desafortunado encuentro en los bosques se saldó con un muerto, un herido grave y dos detenidos; todos los sorprendidos carabineros chilenos.
Pasados unos días de exaltación patriótica popular en Santiago y en Buenos Aires, el incidente no fue más allá y los presidentes de ambos países firmaron un acuerdo provisional que reconocía la nueva situación, a la espera de lo que decidiera un arbitraje internacional. Tardaría en llegar hasta 1994 y resolvió a favor de Argentina.

Unos años antes, el presidente argentino Raúl Alfonsín ya había decidido fortalecer su posición en la zona y por la Ley 1171 de 12 de octubre de 1985 fundó la aldea que lleva el nombre tehuelche del cerro que la preside: El Chaltén, la montaña humeante, justo en la inhóspita confluencia del río Fitz Roy con el río Las Vueltas.
Los primeros pobladores no llegaron hasta 1987 y sólo lo hicieron atraídos por las jugosas ventajas gubernamentales: viviendas y tierras a precios irrisorios, trabajos bien remunerado, pensiones ventajosas, carretera, gas, electricidad, escuela… En 1991 sólo eran 41. En 2005 ya 900; en 2015 una pequeña ciudad de casas de chapas de colores albergaba a 1600 habitantes.

Zona e itinerario descritos
El trekking
El cruce de los Andes patagónicos que conecta ambas localidades es mucho más que una breve y sencilla caminata de dos días. De entrada, llegar a El Chaltén supone recorrer la Ruta 40 y descubrir de paso la Patagonia argentina, salir de Villa O´Higgins supone hacerlo por la Carretera Austral y recorrer la Patagonia chilena.
O al revés, porque la logística está mejor organizada en la vertiente chilena que en la argentina y la llegada a la laguna del Desierto con el Fitz Roy de telón de fondo es única. Y se va a favor del viento, que aquí no es poca cosa.
A pie. O, como muchos, en bici pedaleando las dos míticas rutas patagónicas. Con combinación de bus y barca. Al alcance de cualquiera con un mínimo de espíritu aventurero.
La mejor época es de noviembre a marzo, primavera-verano australes, pero en esos dos meses extremos los servicios de transporte son escasos y el tiempo no es fiable, que siempre lo es poco. Especialmente en el cruce del lago O´Higgins porque la barcaza Quetru  hace solo un viaje a la semana y depende del oleaje. Algo más regular es el funcionamiento de la barcaza Huemul en la laguna del Desierto, pero en hora mala se salva a pie por su orilla este.
Si se lleva mucho peso, para el paso a pie de la frontera puede contarse con el apoyo de caballerías en la estancia de Candelario Mancilla. También el alojamiento lo facilita su familia.
Se hace por libre o a través de VillaO´Higgins Expediciones que organiza las conexiones de todos los servicios. En cualquier caso no es barato.



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