EL INCREIBLE RÍO MENGUANTE


100 años de que los ríos del Pirineo empezaran a convertirse en regatos. 
El caso del Ésera

 

El río Ésera nace en los macizos más importantes del Pirineo de Huesca y  su cuenca alta queda pronto estrangulada por el imponente congosto de Ventamillo. Desde siempre solo pudo salirse de allí por el vertiginoso camino de herradura que lo salvaba por alto entre El Run y Seira (hoy recuperado como PR-HU 50 y GR-15).
Pero en 1911, a golpe de pico y de barreno, la carretera se abrió camino hasta Benasque y el valle quedó abierto al exterior. Estrecha y de tierra, la recorrían más las viejas tartanas tiradas por caballerías que los nuevos y extraños vehículos a motor. Pero todo se andaría.
Castejón de Sos, en el llano de la Sositania que se abre a la salida del congosto, queda al otro lado del río y para llegar desde la nueva carretera, como no había puente, debía vadearse malamente la corriente incluso en época de estiaje.
Pero en 1918, el “año de la gripe”, de repente esto dejó de ser un problema para siempre,  porque uno de los ríos de montaña más caudaloso del Pirineo se convirtió, entre Villanova y Seira, en un regato que se cruzaba con el agua por los tobillos.

¿Cómo fue posible que esto sucediera en la cuenca de captación de aguas más importante del Pirineo, bajo las más altas cumbres, con los glaciares más grandes y las mayores acumulaciones de nieve?

 
Plan de Aigualluts y Aneto. Técnicos de Catalana de Gas estudian las posibilidades hidrológicas del Alto Ésera en 1914. Las aguas del Aneto desaparen en el Forau de Aigualluts y van a dar al Garona, con lo que no contribuyen al caudal de río Ésera. (Col. fotográfica de Catalana de Gas).

Antes de llegar al congosto, confluyen en el Ésera todo un ramillete de caudalosos ríos, aigüetas y barrancos: de Barbarisa y de la Vall que captan las aguas del macizo de Bagüeñola (3056 m.), de Eriste  y de Estós las del Posets (3375 m.), de Literola y Remuñé las del Perdiguero (3221 m.). Y esto solo por la derecha. Porque por la izquierda los barrancos de Cregüeña y Vallibierna aportan las aguas del Aneto (3404 m.) y no todas, que las del norte van al Garona por caprichos de la geología (Aigualluts).

Fue posible porque el progreso que trajo la carretera es lo que tiene, que nos da por un lado y nos quita por otro sin preguntarnos si en el intercambio salimos ganando. Y el progreso entonces pasaba por la utilización del agua para la obtención de electricidad a gran escala, la hulla blanca. Y para riegos, pero esa es otra historia.

El mismo año que llegó la carretera al valle, se creó en Castejón de Sos la “Sociedad Hidro-Electra de El Run, S.A.” con un capital de 50.000 pesetas, al objeto de  proporcionar “fuerza motriz y alumbrado… a los pueblos de El Run, Castejón de Sos, Arasanz, Liri, Ramastué, Sos, Sesué, Villanova, Chía y demás que convengan y acuerden”.
Un proyecto local, modesto y poco ambicioso. Simultáneamente en Barcelona se constituyó  “Catalana de Gas y Electricidad” con un capital de 12 millones de pesetas con la intención de abastecer de ingentes cantidades de electricidad a la pujante industria de la ciudad condal. Esta sociedad se hizo con la concesión de un salto de agua que aprovecharía el desnivel entre Villanova y Seira. La primera y mayor central hidroeléctrica de España.

Las obras se iniciaron al año siguiente, 1912.
En Villanova, el impetuoso Ésera se remansó en una presa que desviaba sus aguas por un canal y un túnel de casi nueve kilómetros horadando la Sierra de Chía hasta salir a la luz pasado el congosto de Ventamillo, sobre Seira. Desde entonces fue Seira el Viejo porque hubo que levantar un pueblo nuevo junto a la carretera para acoger a técnicos y obreros (llegaron a ser más de dos mil). Allí se construyó la central cuyas turbinas recibirían el agua por dos gruesas tuberías de presión que salvaban un desnivel de 144 m. El tendido eléctrico de alta tensión de 220 kms. llevaría la electricidad hasta Barcelona.
No era tarea fácil proveer a las obras de materiales, muchos importados del extranjero, cuando el tren sólo llegaba hasta Barbastro. Y luego llegó la Gran Guerra a complicarlo todo y después la crisis de 1917.

 
Montaje de la tubería de presión llegada desde Zurich. Sólo se instaló una por falta de acero debido a la Primera Guerra Mundial. La segunda prevista se instaló en 1929. (Col. Fotográfica de Catalana de Gas y Electricidad).

Ese año el CEC (Centre Excursionista de Catalunya) organizó una visita al refugio de la Renclusa que no había podido ser inaugurado el año anterior por la desgraciada muerte en el Aneto de su guarda, José Sayó de Benasque. Importantes socios del club y miembros de la burguesía industrial catalana querían aprovechar el viaje y visitar las obras de la central, pero la huelga general y la agitación social en Barcelona desaconsejaron el viaje.
Al poco, y más discretamente, el socio y diputado por la Lliga Regionalista Francesc Cambó se presentó en Seira y comprobó el retraso de las obras. No debió gustarle mucho siendo además accionista de Catalana de Gas.
A mediados de julio del año siguiente, 1918, la Guerra Europea estaba terminando, las revueltas habían sido reprimidas por un gobierno de concentración nacional del que formaba parte la Lliga, Cambó ya era ministro de Fomento y las obras estaban concluidas. Los primeros kilovatios de la central de Seira llegaban a Barcelona.

Y el bravo Ésera se convirtió para siempre en un riachuelo a su paso por la Sositania. Por eso vadearlo hasta Castejón de Sos ya no supuso ningún problema y, quizá también, el viejo y estrecho puente hoy ya demolido no se construyó hasta 1932.

Pero esto sólo fue el principio del domeñamiento del Alto Ésera en aras del progreso eléctrico: En 1920 se construyó la central de Argóné, en 1929 la de Campo, en 1964 la de Sesué, en 1972 la de Eriste, todas con sus correspondiente presas para desviar el agua por conducciones subterráneas hasta el salto correspondiente. Desde el embalse de Paso Nuevo en el llano de Senarta hasta Campo el agua del río discurre bajo tierra.
En 1914, cuando se construía Seira el Nuevo, se plantó un árbol singular junto al Albergue Juvenil: la sequoya de la Colonia. Hoy, bien visible junto a la carretera, con más de cien años y treinta y seis metros de altura es testigo vivo de lo que sucedió.

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