MONTAÑAS EN EL MAR

Por el techo de Córcega



“…los pinos desmesurados ampliaban sobre nuestras cabezas una bóveda gimiente, crecía una queja continua y triste, mientras que a derecha e izquierda sus troncos finos y rectos formaban una armada de tubos de órgano de donde parecía salir esta música monótona del viento en las cumbres…”
Guy de Maupassant, 1880


Córcega no es la isla más grande del Mediterráneo pero sí la más accidentada; no en vano es la continuación del gran arco de los Alpes que, tras sumergirse en el mar de Liguria, aflora a la superficie desde cabo Corso hasta el estrecho de Bonifacio. Los griegos la llamaron “kallisté”, la más bella.
Un famoso recorrido a pie, el sendero GR-20, cabalga estas montañas por su línea de cumbres a lo largo de más de doscientos kilómetros.
Kilian Jornet lo re-corrió en el tiempo récord de 32 horas y 54 minutos; demasiado deprisa para no pisar las flores.
Le Parc Naturel Regional de Corse recomienda dedicarle quince días; demasiado tiempo para no hartarse de ellas.
Suficiente una semana o poco más, de cinco a diez horas de marcha diaria, de refugio en refugio, por su mitad septentrional la más agreste y hermosa, preferiblemente en sentido norte con la dureza de las jornadas de menos a más y el sol siempre a la espalda…


…DE VIZZAVONA A CALENZANA
Notas diarias

0.- La estación de juguete
El tren de una isla, condenado a no encontrar jamás una salida, tiene siempre la orfandad de los trenes de los parques de atracciones. El único tren de Córcega, el Trinighellu –trenecillo en corso- a duras penas remonta renqueante la cordillera entre Bastia y Ajaccio, principales puertos donde recalan los ferrys. En lo alto ya no puede y debe cruzar el Col de Vizzavona bajo tierra. Frente a la boca este del túnel está “la gare”, la última estación, y en torno a ella algunos albergues y cafeterías. A la sombra del bosque y bajo los 1500 m. de la rocosa cara sur del Monte d´Oro.
Si has llegado en barco, que es la mejor forma de llegar a una isla, éste es un buen lugar para descansar del viaje y comenzar la andadura del GR-20 Norte.

1.- Los juegos del agua
Remontar el valle de Agnone hasta el Col de Muratello supone salvar el máximo desnivel positivo del recorrido. En la canícula del verano corso, el río junto al camino es una irresistible invitación al baño: bajo las cascadas deslizantes por las lajas de granito, en las marmitas donde se remansan sus aguas: la Cascada de los Ingleses, el Velo de la Novia, la poza de Spade… Las nubes de evolución, como lo harán después todos los días, crecen sin parar hacia lo alto como yunques blancos preparando la tormenta vespertina.
Como siempre, debiste madrugar un poco más.

2.- En equilibrio sobre la isla
La Sierra de Tenda no es ni alta ni esbelta. No es la torre de la arquitectura montañosa de la isla; pero sí la cumbrera de su tejado. Sobre ella se transita toda la etapa como un funambulista sin riesgo. A la derecha, al amanecer, Elba flota sobre la plata fundida del mar Tirreno como un espejismo. A la izquierda, el golfo de Sagone permanece aún en la sombra y, aparentemente suspendidos en el aire, los ferries blancos y amarillos se aproximan a la costa desde Marsella, Toulon o Niza.
En ningún punto del recorrido dejarás de sentir la proximidad del mar.

3.- ¡Todo un espectáculo!
Por fin llega la auténtica alta montaña. El circo de Capitello es el escenario más salvaje de la travesía. Impresiona cuando se despliega de repente al coronar la Bocca Muzzella. En su fondo, el umbroso valle de la Restonica que desemboca en Corte vieja capital de la isla, a esas horas de la mañana seguirá envuelto en la penumbra. Pero al tiempo todo resulta familiar: las cubetas escalonadas de sus lagos –Rinoso, Melo, Capitello- de origen glaciar como tantos similares de los Pirineos; las crestas por donde transita el recorrido, recortadas por las dentelladas de un gigante como los Cuchillares de Gredos.
Sospecharás que el Cíclope aún deambula por la isla.
           
4.- La montaña apacible
Tanto que, en el Pianu de Campotile, las aguas indecisas no saben por qué vertiente decantarse. Después vienen los últimos bosquetes de hayas y abedules, de tejos y acebos. Las turberas, que aquí llaman pozzines, van bebiéndole el agua al bucólico lago Ninu, mientras los terneros recién paridos y los caballos trotones se refrescan en los pastos. Ignorantes de que sus pastores van camino de convertir las bergeries de Vaccaghia, de Radule, de Tula… en chiringuitos de montaña.
Más adelante, en las soleadas laderas del Col de Vergio, los pinos laricios endémicos de la isla crecen y crecen hasta los cincuenta metros adoptando en su madurez centenaria un singular perfil de espantapájaros.
No esperes que nadie los tale. Muertos por el tiempo o abatidos por el rayo cortan el camino como esqueletos sin sepultura.
           
5.- El Cervino de Córcega.
Subir a las cimas no es el objetivo prioritario del recorrido y el Paglia Orba –“la Rampa”- ni siquiera es la más alta de la isla. Pero es la más hermosa y el refugio de Ciuttolu di i Mori, está justo debajo. Podrán subirse o no otras próximas al camino –monte d´Oro, Pinzi Corbini, Rotondo, Corona…- pero sería imperdonable dejar de lado el Paglia Orba al comienzo de una etapa corta y cómoda. Bastará con no perder la sinuosa ruta que, marcada por hitos que buscan los punto débiles de la montaña y sin rebasar nunca el IIº sobre excelente roca, nos depositará junto a la cruz de la cumbre.
La montaña, al amanecer, puede que te conceda el espectáculo de su sombra triangular proyectándose hacia el oeste sobre el mar.
           
6.- La soledad frustrada.
El paso por circo de la Solitude es la llave del recorrido. No hay variante posible en esta etapa mineral, la más temida y esperada. Lo tiene todo, es hermosa, impresionante y dura; pero en modo alguno solitaria. El circo es un cuello de botella donde confluyen y atascan las riadas de excursionistas, vengan del norte o del sur.
Son doscientos metros de descenso hasta su fondo para bordear los contrafuertes de la punta Minuta, y otros tantos de ascenso hasta la Bocca Tumasginesca. Vertiginosos pero protegidos por cadenas y escaleras que facilitan las cosas a una multitud cuya algarabía rebota entre las grandes paredes.
En pocos lugares  encontrarás un ambiente de montaña tan severo a poco más de 2.000 m. de altitud.
           
7.- El reino del granito
En el circo de Bonifatu, en la confluencia de tres valles: Carozzu, Spasimatta y Ladroncellu, los barrancos deslizan sobre un granito duro como el acero en el que ni con los años queda un solo arañazo. Las gigantescas lajas se imbrican en un tejado geológico que es la delicia de los finos escaladores por adherencia y las vertiginosas fisuras que las recorren hacia lo alto son un sueño para los escaladores atléticos.
En este Yosemite a escala insular, a los simples caminantes como tú os dolerá el cuello de tanto mirar hacia lo alto.

8.- ¿Es este sendero un GR?
Después de más de una semana de caminar, al salvar el Col d´Avartoli en lo alto del circo de Bonifatu, se puede responder a esta pregunta. Si un GR es por definición asequible a cualquier persona habituada a andar y, aunque dure varias jornadas con el alojamiento y avituallamiento adecuados, se evita cargar una pesada mochila, entonces el GR-20 no lo es ni de lejos: por eso sólo el 30 por ciento de quienes comienzan lo terminan.
Si has llegado hasta aquí serás uno de ellos.

9.- Por fin el mar.
Al cruzar la cresta del Funu aún quedan 1400 metros de desnivel hasta el primer pueblo pero se divisa ya el mar de Liguria y la bahía de Calvi en la costa norte de la isla a apenas una docena de kilómetros. Atrás van quedando los ecosistemas de montaña hasta alcanzar la franja costera plenamente humanizada: el impenetrable maquis, los primeros olivos, los bancales abandonados, el terreno calcinado por el último incendio.

Y al final, Calenzana, donde seguro que alguien estará comenzando su sueño del GR-20 en dirección sur, cuando tú ya estarás despertando del tuyo.



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